En una
economía que avanza en la dirección de la globalidad, el dinamismo y la
competitividad, se hace cada día más evidente que para las grandes potencias
económicas es indispensable el avance continuo en términos de innovación.
La Comisión
Europea, en el año 2000 en Lisboa, ya se propuso para 2010 “convertir a la
Unión Europea en la más competitiva y dinámica economía del mundo basada en el
conocimiento”. Meta ambiciosa que ha quedado lejos de lograrse, ya que la Unión
Europea se ve claramente superada por sus principales competidores en la
actualidad:
Así, la
Unión Europea se ha marcado, para 2020, el objetivo de invertir un 3% del PIB
en I+D (1% en financiación pública y 2% en inversión del sector privado). Un
objetivo que a primera vista parece un ligero avance, pero que vista la
tendencia plana que esta variable tiene para la gran mayoría de los países,
puede ser un objetivo ambicioso.
Por otra
parte, a pesar de las bajas cifras globales, las diferencias dentro de la Unión
Europea son importantes, encontrándose especialmente los países del norte entre
los primeros a nivel mundial:
Pero como
muestran los datos, sobre todo a los países del sur de Europa les queda un gran
camino que recorrer.
Hoy por
hoy, la vía de avance en materia de I+D se encuentra en los ecosistemas de
innovación, para los que es una referencia Silicon Valley.
A diferencia de la industria estadounidense, la europea se encuentra
mucho más atomizada, lo que representa un problema para importar un modelo como
el citado en su formato original. No obstante, lo que Europa puede a importar es su esencia: la
potenciación de flujos de información y conocimiento entre empresas,
universidades, institutos tecnológicos y la Administración, para lograr la
coproducción de valor basada en la continua innovación y avance en términos de
capital humano.
Silicon
Valley sirve como referencia mucho más por la presencia de empresas líderes como
HP, Cisco, Google, eBay o Apple. Su esencia sí que se puede aplicar a la
industria europea.