Hemos
comprobado una y otra vez que todo proceso de auge económico tiene, más o menos
ocultas, una serie de debilidades. Estas, en muchos casos, se hacen evidentes cuando
ya es demasiado tarde para evitar que lleguen a ser traumáticas, especialmente
para los sectores más vulnerables de la sociedad. Entonces es cuando se centran
todos los esfuerzos en relanzar la economía hacia una nueva fase de expansión.
Pero es
precisamente en esta fase de expansión cuando los economistas han caído más en
la autocomplacencia. Sobre todo cuando hablamos de periodos largos de
expansión, se baja la guardia y la economía parece ir sobre ruedas. Todo
perfecto. Hasta que salta la chispa, viene la recesión y todos dicen “yo ya lo
había visto venir”.
Es un
proceso que no siempre es tan exagerado, pero que en la actual situación
económica ha sido evidente. La que probablemente sea la peor crisis económica
de la historia debe dar lugar a un replanteamiento respecto a la actitud a
seguir por los economistas. En mi opinión, debemos tener una actitud
insistentemente crítica. Debemos buscar continuamente las debilidades. Las
brechas que puedan haber en épocas de bonanza. Las hay. Siempre. Ningún
crecimiento es perfecto y no lo puede ser en un entorno dinámico.
Hay que
corregir a tiempo aunque implique parar los pies a aquellos que encabezan, o que más están aprovechando, el
crecimiento (o la burbuja, en el peor de los casos). Toca jugar el papel de aguafiestas.
*Os dejo dos visiones contrapuestas sobre la situación económica que se dieron en las Jornadas de Alicante sobre Economía Española en 2006.
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